Kenia, es atletismo


Las teorías del deporte no funcionan bajo una ley absoluta. El alto rendimiento o la competencia élite es un fenómeno multifactorial cuyos resultados no dependen exclusivamente de la riqueza económica, el confort social o fuerza política de un país, como se refleja de manera general en los Juegos Olímpicos, sino que responde a la intensidad de querer ser, a la identidad y orgullo de una raza, que convierte la competencia en expresión cultural.
Esa expresión ya la apreciamos en la década de los 70 con el deporte de la República Democrática Alemana. Ahora la observamos en las piernas delgadas, elásticas y poderosas de los corredores de Kenia, un país sin punto de comparación en el orden económico con naciones como la República Popular China, Estados Unidos y Rusia.
El XI Campeonato Mundial de Atletismo Junior, para menores de 20 años, organizado por la IAAF en Beijing, sede de los Juegos Olímpicos de 2008, finalizó este domingo, con Kenia como figura dominante en el plano colectivo. Ganó seis medallas de oro, una más que China y dos más sobre Estados Unidos y Rusia.
Es la segunda ocasión que el puñado de atletas kenianos copa el primer sitio. Ya lo hizo en el Mundial de Santiago de Chile 2000. En aquella ocasión ganó cinco medallas, dos de ellas con un sentido especial: la victoria de Gordon Mugi sobre el etíope Kenenisa Bekele y el triunfo de Raymond Yator en los 3 mil metros steeplechase.
Los africanos elabonaron en Beijing en el estadio Chaoyang Sport Centre diez victorias consecutivas en los 3 mil metros steeplechase. En el plano olímpico los kenianos se apoderaron del oro de los 35 obstáculos en 1968 con Amos Biwott y desde entonces no han interrumpido sus éxitos. Han ganado en el atletismo, desde el 64, un total de 54 medallas en Juegos Olímpicos.
Kenia es atletismo, Kenia es fondo y es maratón pero sobre todo es la hegemonía que cabalga, con grata impresión estética, en los 3 mil metros steeplechase.
Los kenianos practicaron el atletismo antes de que llegaran las reglas con la colonización de los ingleses. Los rituales de iniciación con el baile y la danza, incluyendo el del valor de la tribu Masai, matar un león con una lanza, contienen los tres componentes principales del atletismo: lanzamiento, carrera y salto.
De extracción muy pobre, los atletas, hombres y mujeres, son personas adaptadas a condiciones extremas y al sufrimiento físico
y mental.
Los kenianos al igual que sus grandes antagonistas, los etíopes, han destrozado el tabú de que los países pobres no pueden aspirar a la victoria. Han destruido la ideas que pesan como lápida en otras latitudes: carne, huevo, pescado y leche como principal fuente de una superalimentación para resultados notables en el alto rendimiento. Ellos apenas comen una pasta de maiz y algo de cacao.
Si bien la condición humana no responde a fronteras ni a tiempos la cultura de los atletas del Valle del Rift deja el testimonio de un tesoro invaluable: su espíritu por el fair play, no se dopan como los campeones de países poderosos como Estados Unidos. Los kenianos han sabido aprovechar lo que tienen. No han dispersado fuerza, ni tiempo ni dinero, en la búsqueda del mítico desarrollo armónico en todas las disciplinas. Con la materia más pobre del deporte han transformado el carbón en diamante y lo han llevado a las más altas cumbres del deporte